martes, 2 de abril de 2024

La Enajenación como Fenómeno Social derivado del Contexto Capitalista de la Sociedad Moderna

He sentido últimamente cómo las creencias sociales y las estructuras económicas, que soportan nuestra existencia, se convierten en barreras invisibles para nuestra evolución. No dudo que una gran mayoría de la población mundial se siente cansada y confundida, en la inercia de la escuela, el trabajo y la cotidianidad que no da oportunidad a desvincularnos de las rutinas. Seguimos los pasos del trabajo, de las obligaciones con la familia y los deberes del ser. Cedemos el dominio de nuestro albedrío a todas las cosas que nos aguardan. Y este ceder viene acompañado de sentimientos de culpa, de insuficiencia y de un juicio personal que nos roba la calma. Experimentamos enajenación cuando esa parte de nosotros que está destinada a florecer queda pospuesta por las obligaciones interminables que nos son impuestas socialmente. Los constructos culturales que han edificado muros inquebrantables de tradiciones nublan nuestra mirada, nos frustran y nos confunden.

Entonces nos sentimos mal por querer ser más fieles a nuestro propósito superior, por querer flexibilidad en nuestra vida, por reorientar nuestra búsqueda, por querer amarnos a nosotros mismos sin caer en el perverso juicio del egoísmo. Con frecuencia me pregunto por qué hay tantas personas infelices, insatisfechas, deprimidas y desoladas. Podemos caer en cada uno de esos abismos en cualquier momento porque vivimos en una era de la enajenación en donde nos cuesta encontrar y vivir nuestro propósito pues nuestra vida debe adaptarse a las demandas y exigencias de unas tradiciones profundamente arraigadas aún. La era de la enajenación ha llegado para hacernos ver que tenemos cualidades espirituales que dependen de nosotros. Cuando hagamos esa reflexión y la experimentemos tendremos posibilidades para nuestra evolución espiritual y desarrollo personal.


El concepto del hombre activo, productivo, que capta y abarca al mundo objetivo con sus propias facultades se relaciona con el concepto de la negación de la productividad: la enajen-acción. Para Marx, la historia de la humanidad es una historia del desarrollo creciente del hombre y, al mismo tiempo, de su creciente enajenación. Su concepto del socialismo es la emancipación de la enajenación, la vuelta del hombre a sí mismo, su autorrealización. La enajenación (o "extrañamiento") significa, para Marx, que el hombre no se experimenta a sí mismo como el factor activo en su captación del mundo, sino que el mundo (la naturaleza, los demás y él mismo) permanece ajeno a él. Están por encima y en contra suya como objetos, aunque puedan ser objetos de su propia creación. La enajenación es, esencialmente, experimentar al mundo y a uno mismo pasiva y receptivamente, como sujeto separado del objeto.

La enajenación es un problema clave en el que se sustentan las diversas manifestaciones de la irracionalidad de la vida social contemporánea, el cúmulo de absurdos en que se desenvuelve. Superar la enajenación significa superar dicha irracionalidad y, por tanto, acceder progresivamente a una nueva dimensión de las relaciones entre los seres humanos.

El concepto de la enajenación encontró su primera expresión en el pensamiento occidental en el concepto de idolatría del Antiguo Testamento. La esencia de lo que los profetas llaman "idolatría" no es que el hombre adore a muchos dioses en vez de a uno solo. Es que los ídolos son obras de la mano del hombre, son cosas y el hombre las adora: adora lo que él mismo ha creado. Transfiere a las cosas de su creación los atributos de su propia vida y en lugar de reconocerse a sí mismo como la persona creadora, está en contacto consigo mismo sólo a través del culto al ídolo. Se ha vuelto extraño a sus propias fuerzas vitales, a la riqueza de sus propias potencialidades y está en contacto consigo mismo sólo indirectamente.

Cuanto más transfiere el hombre sus propias facultades a los ídolos más pobre se vuelve y más dependiente de los ídolos, para que éstos le permitan recuperar una parte pequeña de lo que originalmente le correspondía. Los ídolos pueden ser una figura que represente a la divinidad, el Estado, la Iglesia, una persona, objetos poseídos. La idolatría varía sus objetos; no se encuentra de ninguna manera, únicamente, en aquellas formas en las que el ídolo tiene un pretendido sentido religioso.

Entre las diversas formas de enajenación, la más frecuente es la enajenación en el lenguaje. Si expreso un sentimiento con una palabra,por ejemplo, "Te amo". La palabra indica la realidad que existe dentro de mí, la fuerza de mi amor. La palabra "amo" es un símbolo del hecho amor, pero tan pronto como se pronuncia tiende a asumir una vida propia, se convierte en realidad. Creamos la ilusión de que pronunciar la palabra equivale a la experiencia y pronto decimos la palabra sin sentir nada, salvo la idea de amor que la palabra expresa. Evitar la enajenación dejando de hablar sería contraproducente y perjudicial; sin embargo, hay que tener en cuenta siempre el peligro de la palabra hablada, que amenaza con sustituir a la experiencia vivida.

Hay enajenación con las demás realizaciones del hombre; las ideas, el arte, cualquier clase de objetos fabricados por el ser humano. Son creaciones del hombre; son auxiliares valiosos para la vida y, no obstante, cada uno de ellos constituye también una trampa, una tentación de confundir la vida con las cosas, la experiencia con los artefactos, el sentimiento con la renuncia y la sumisión.

El pensador que acuñó el concepto de enajenación fue Hegel. Para él, la historia del hombre era, al mismo tiempo, la historia de la enajenación del hombre (Entfremdung). "Lo que busca realmente el espíritu —escribió en la Filosofía de la Historia—, es la realización de su idea; pero, al hacerlo, esconde ese fin a su propia visión y siente orgullo y satisfacción en esta enajenación de su propia esencia."» Para Marx y Hegel, el concepto de enajenación se basa en la distinción entre existencia y esencia, en el hecho de que la existencia del hombre está enajenada de su esencia; que, en realidad, no es lo que potencialmente es o no es lo que debiera ser y debe ser lo que podría ser".

Para Marx, el trabajo es la relación activa del hombre con la naturaleza, la creación de un mundo nuevo, incluyendo la creación del hombre mismo (la actividad intelectual es trabajo, lo mismo que la actividad manual o artística.) Pero, a medida que la propiedad privada y la división del trabajo se desarrollan, el trabajo pierde su carácter de expresión de las facultades del hombre; el trabajo y sus productos asumen una existencia separada del hombre por medio de "su voluntad y su planeación". El objeto producido por el trabajo, su producto, se opone como un ser ajeno, como un poder independiente del productor. El producto del trabajo es el trabajo encarnado en un objeto y convertido en una cosa física; este producto es una objetivación del trabajo.

El trabajo está enajenado porque ha dejado de ser parte de la naturaleza del trabajador y en consecuencia, no se realiza en su trabajo sino que se niega, experimenta una sensación de malestar más que de bienestar, no desarrolla libremente sus energías mentales y físicas, sino que se encuentra físicamente exhausto y mentalmente abatido. El trabajador sólo se siente a sus anchas en sus horas de ocio, mientras que en el trabajo se siente incómodo. Así, en el acto de la producción la relación del trabajador con su propia actividad se experimenta "como algo ajeno y que no le pertenece, la actividad como sufrimiento (pasividad), la fuerza como debilidad, la creación como castración". Mientras que el hombre se enajena de sí mismo, el producto del trabajo se convierte en un "objeto ajeno que lo domina”. Esta relación abarca, su vínculo con el mundo sensorial externo, con los objetos naturales y nos encuadra a percibirlo como un mundo ajeno y hostil.

En el trabajo no enajenado, el hombre no sólo se realiza como individuo sino también como especie. Para Marx, Hegel y otros muchos pensadores de la Ilustración, cada individuo representaba a la especie, es decir, a la humanidad como un todo. La universalidad del hombre. Marx suponía que la enajenación del trabajo, aunque existente a lo largo de toda la historia, alcanza su cima en la sociedad capitalista y que la clase trabajadora es la más enajenada. Este supuesto se basaba en la idea de que el trabajador, al no participar en la dirección del trabajo, al ser "empleado" como parte de las máquinas a las que sirve, se transforma en una cosa por su dependencia del capital. De ahí que, según Marx, "la emancipación de la sociedad de la propiedad privada, de la servidumbre, tome la forma política de la emancipación de los trabajadores; no en el sentido de que sólo se trate de la emancipación de éstos, sino porque esta emancipación incluye la emancipación de la humanidad entera. Porque toda la servidumbre humana está implícita en la relación del trabajador con la producción y todos los tipos de servidumbre sólo son modificaciones o consecuencias de esta relación".

El fin de Marx no se limita a la emancipación de la clase trabajadora, sino que tiende a la emancipación del ser humano a través de la restitución de la actividad enajenada, es decir, de la actividad libre de todos los hombres y a una sociedad en la que el hombre, y no la producción de cosas, sea el fin. La producción capitalista transforma las relaciones de los individuos en cualidades de las cosas mismas y esta transformación constituye la naturaleza de la mercancía en la producción capitalista: "La maquinaria se adapta a la debilidad del ser humano, para convertir al débil ser humano en una máquina." La enajenación del trabajo en la producción del hombre es mucho mayor que cuando la producción era artesanal y de manufactura. "En la manufactura y en la industria manual, el obrero se sirve de la herramienta: en la fábrica, sirve a la máquina. Allí, los movimientos del instrumento de trabajo parten de él; aquí, es él quien tiene que seguir sus movimientos. En la manufactura, los obreros son otros tantos miembros de un mecanismo vivo. En la fábrica existe por encima de ellos un mecanismo muerto, al que se les incorpora como apéndices vivos". "Este hecho supone simplemente que el objeto producido por el trabajo, su producto, se opone ahora a él como un ser ajeno, como un poder independiente del productor. El producto del trabajo es trabajo encarnado en un objeto y convertido en cosa física; este producto es una objetivación del trabajo. La realización del trabajo es, al mismo tiempo, su objetivación. La realización del trabajo aparece en la esfera de la economía política como una invalidación del trabajador, la objetivación como una pérdida y como servidumbre al objeto y la apropiación como enajenación."

El papel de la propiedad privada (como capital que alquila trabajo) es el resultado del trabajo enajenado, de la relación externa del trabajador con la naturaleza y consigo mismo. La propiedad privada se deriva del análisis del concepto del trabajo enajenado; es decir, el hombre enajenado, el trabajo enajenado, la vida enajenada y el hombre separado. No es sólo que el mundo de las cosas domine al hombre sino también que las circunstancias sociales y políticas que éste crea se adueñan de él. El hombre enajenado que cree haberse convertido en amo de la naturaleza, se ha convertido en esclavo de las cosas y las circunstancias, en apéndice impotente de un mundo que es, al mismo tiempo, la expresión congelada de sus propias facultades. Para Marx, la enajenación en el proceso del trabajo, del producto del trabajo y de las circunstancias, está inseparablemente relacionada con la enajenación de uno mismo, de nuestros semejantes y de la naturaleza.

Una consecuencia directa de la enajenación del ser humano del producto de su trabajo, de su actividad vital y de su vida como especie es que el humano se enajena de sus pares. Cuando el hombre se confronta a sí mismo, también confronta a otros hombres. Lo que es cierto de la relación del hombre con su trabajo, con el producto de su trabajo y consigo mismo también lo es de su relación con los demás hombres, con el trabajo de éstos y con los objetos de su trabajo. En general, la afirmación de que el hombre se enajena de su vida como especie significa que cada hombre está enajenado en relación con los otros y que cada uno de los otros está, a su vez, enajenado de la vida humana. El hombre enajenado no sólo está enajenado en relación con los demás hombres; está enajenado de la esencia de la humanidad, de su "ser como especie") tanto en sus cualidades naturales como espirituales. Esta enajenación de la esencia humana conduce a un egotismo existencial, descrito por Marx como la esencia humana del hombre convirtiéndose en "medio para su existencia individual. El trabajo enajenado enajena al hombre de su propio cuerpo, la naturaleza externa, su vida mental y su vida humana. El concepto de Marx se acerca aquí al principio kantiano de que el hombre debe ser siempre un fin en sí mismo y nunca un medio para realizar un fin. Pero amplía este principio afirmando que la esencia humana del hombre nunca debe convertirse en medio para la existencia individual. Así es como la enajenación conduce a la perversión de todos los valores. Al hacer de la economía y sus valores —"la ganancia, el trabajo, el ahorro y la sobriedad"-— el fin supremo en la vida, el hombre no desarrolla los valores morales, "la riqueza de una buena conciencia, de la virtud, etc

En la enajenación, cada esfera de la vida, la económica y la moral, es independiente de la otra, "cada una se concentra en una esfera específica de la actividad enajenada y está ella misma enajenada en relación con la otra".

Marx advirtió lo que sucede con las necesidades humanas en un mundo enajenado y previó con claridad la conclusión de este proceso, tal como actualmente es apreciable. Desde una perspectiva socialista, la riqueza de las necesidades humanas se conecta con un modo de producción y un objeto de producción adecuados a la manifestación de las capacidades humanas y al enriquecimiento del ser humano, mientras que en el mundo enajenado del capitalismo las necesidades no son expresiones de las potencialidades latentes del hombre; en el capitalismo "todo hombre especula con la creación de una nueva necesidad en otro para obligarlo a hacer un nuevo sacrificio, para colocarlo en una nueva dependencia y atraerlo a un nuevo tipo de placer y, por tanto, a la ruina económica”. Cada hombre trata de establecer sobre los demás un poder ajeno, para encontrar así la satisfacción de su propia necesidad egoísta. Con la masa de objetos crece la esfera de entes ajenos a los que está sometido el hombre. Todo nuevo producto es una nueva potencialidad de engaño y robo mutuos. La necesidad crece con el poder creciente del dinero. La necesidad de dinero es, pues, la necesidad real creada por la economía moderna y la única necesidad que crea. La cantidad de dinero se convierte, cada vez más, en su única cualidad importante. El exceso y la inmoderación se convierten en su verdadera norma. Todo producto es un cebo, mediante el cual el individuo trata de atraer la esencia de la otra persona, su dinero. El hombre que se ha sometido a sus necesidades enajenadas es "un ser mental y físicamente deshumanizado”. Una especie de mercancía con conciencia de sí y capaz de actuar por sí mismo. Este hombre-mercancía sólo conoce una manera de relacionarse con el mundo exterior, poseyéndolo y consumiéndolo (usándolo). Cuanto más enajenado se encuentre, más estará constituida su relación con el mundo por el sentido de poseer y de usar. A medida que seas menos, que expreses menos tu propia vida, tendrás más, más enajenada estará tu vida y más economizarás de tu propio ser enajenado.

Marx creía que la clase trabajadora era la clase más enajenada, de ahí que la emancipación de la enajenación partiera necesariamente de la liberación de la clase trabajadora. Marx no previó la medida en que la enajenación había de convertirse en la suerte de la gran mayoría de la gente, especialmente del sector cada vez mayor de la población que manipula los símbolos y a las persona, más que las máquinas. El empleado, el vendedor, el ejecutivo están actualmente todavía más enajenados que el trabajador manual calificado. El funcionamiento de este último todavía depende de la expresión de ciertas cualidades personales como la destreza, el desempeño de un trabajo digno de confianza, etc., y no se ve obligado a vender en el contrato su "personalidad", su sonrisa, sus opiniones; los manipuladores de símbolos son contratados no sólo por su capacidad, sino por todas esas cualidades de personalidad que los hacen "atractivas cajas de personalidad", fáciles de manejar y de manipular. Pero, por lo que se refiere al consumo, no existe diferencia alguna entre los trabajadores manuales y los miembros de la burocracia. Todos ansían cosas, nuevas cosas para poseerlas y usarlas. Somos receptores pasivos, los consumidores, encadenados y debilitados por las cosas mismas que satisfacen nuestras necesidades sintéticas. Somos educados para adorar las cosas. Las cosas y las circunstancias de nuestra propia creación se han convertido en nuestros amos. La raza humana se encuentra hoy prisionera de las armas nucleares que ha creado y de las instituciones políticas que son, igualmente, de su propia creación. Una humanidad aterrada se pregunta ansiosamente si se salvará del poder de las cosas que ha creado y de la acción ciega de las burocracias que ha organizado.

Con esta reflexión sobre la enajenación desde una perspectiva sociológica con tintes hegelianos y marxistas buscaba explicar una sensación recurrente en mi día a día. Me permitió recordar que la forma en la que me siento no es precisamente resultado de mi propia situación individual. De hecho es todo lo contrario: soy resultado de un conjunto de factores biológicos, sociales, políticos, culturales e históricos interconectados de manera compleja.
Más allá de corregir el mundo y derrocar el sistema imperante, mi labor como estudiante de Ciencias Sociales está en buscar distintas maneras que me permitan entender el funcionamiento del mundo y de la sociedad. Quizá este conocimiento me ayudará en mi proceso de crecimiento, maduración y llegada a la adultez.


Bibliografía
  1. Amapsi, «Enajenación y neurosis». Asociación Mexicana de Alternativas En Psicología (15 de noviembre, 2013) [En línea]: https://amapsi.org/enajenacin-y-neurosis/.
  2. Psicopsi, «LA ENAJENACIÓN - psicopsi». Psicopsi (5 de noviembre, 2020) [En línea]: https://www.psicopsi.com/la-enajenacion/#google_vignette.
  3. Solares, Gerardo, «¡Ve a terapia! Un discurso de enajenación». Goooya (18 de agosto, 2023) [En línea]: https://puedjs.unam.mx/goooya/ve-a-terapia-un-discurso-de-enajenacion/.
  4. Vista de Enajenación y consumismo | Revista de Filosofía de la Universidad de Costa Rica» [En línea]: https://revistas.ucr.ac.cr/index.php/filosofia/article/view/49280/53953.
  5. Zuleta, Natalia, «La era de la enajenación». Diario la República (26 de junio, 2023) [En línea]: https://www.larepublica.co/analisis/natalia-zuleta-3133531/la-era-de-la-enajenacion-3645101

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